jueves, 29 de marzo de 2012

Consumismo: según el libro de ciudadanía de 3º ESO. Amén.


Consumismo

Desde comienzos de los años 80 ha aumentado mucho el consumo en los países desarrollados. La necesidad de gastar de una manera compulsiva se ha ido convirtiendo en obsesión.
Las consecuencias del consumismo son:
• Aumento de la diferencia entre los países desarrollados y los países del Tercer Mundo.
• Se agotan las reservas naturales y aumentan los residuos produciendo el deterioro del medio ambiente.
• Surge una gran frustración entre los consumidores que no pueden adquirir lo que desean.
• Los consumistas distorsionan su identidad: se creen más importantes por lo que poseen.
• Aumentan las diferencias y los prejuicios entre la población.

Las empresas se preocupan más por cómo estimular la ansiedad de consumo que por la calidad de los productos.
Entre las enfermedades del siglo XXI se incluye la adicción a las compras. Las causas son insatisfacción, consumismo, materialismo y no saber gestionar el ocio y el tiempo libre. Sus síntomas son: armarios llenos, deudas y excusas para justificarse.
El perfil más común del adicto es el de una persona trabajadora, independiente y, en su mayoría, insatisfecha con su vida afectiva, que pasa sus ratos de ocio en los grandes almacenes al menos dos veces por semana.

viernes, 23 de marzo de 2012

Realistas y soñadores


Realidad o sueño.
Por consecuencia: realista o soñador.
Una persona realista es aquella que ve las noticias, lee el periódico, y tiene un trabajo normal y corriente para mantenerse. Porque a diferencia del soñador, el realista buscó en su día una carrera cualquiera que fuera, le gustara o no, porque algo hay que hacer en la vida. Piensa que el dinero no sale de debajo de las piedras. Sin dinero no hay casa, no hay comida... bueno, no hace falta que explique eso, está bastante claro que sin dinero no llegas a ningún sitio. Todos saben, menos los más inocentes, que el mundo lo mueve el dinero.
En fin, un soñador es una persona con una mente totalmente distinta. Generalmente, los soñadores eligen cómo quieren vivir. Esa es la mayor virtud de los soñadores. Hay dos formas de ver su estilo de vida: perfecta o de ilusos, por creer que pueden llegar a algo en la vida, porque generalmente tienden a hacer cosas como elegir carreras artísticas, aún sabiendo que seguramente no lleven a ninguna parte. Se me olvidaba una cosa importante: si un sueño no es lo suficientemente complicado de alcanzar, no es un sueño. Esto es clave, ya que los soñadores tenderán a perseguir su sueño cueste lo que les cueste. Y no siempre se alcanzan. Casi nunca se alcanzan, para qué mentir. Por eso la gente tiende a olvidarlos, a esconderlos, porque los sueños son ridículos (desde el punto de vista de los realistas), fantasiosos y no llevan a ningún lugar real. Realidad. ¿Los soñadores huyen de la realidad o la afrontan? Porque la verdad es que ya no sé. Se me escapa. Hay otro factor, un poco menos importante que el dinero, pero tampoco es moco de pavo: el apoyo. Porque hay algo que existe que se llama presión social, o familiar, o de grupo o como se quiera llamar según el caso. Y si en vez de apoyo sufres todo lo contrario, más te alejarás de aquello que quieres.
¿Qué que soy yo?
Pues no sé.
¿Qué quiero? Pues no lo sé.
Viajar, ir a mi aire, vivir la vida como realmente quiero.
Quiero despertarme en un país diferente al de la semana anterior.
Quiero comprar pasajes de avión que sobrevuelen mares y billetes de tren que me acerquen a grandes ciudades.
Quiero dormir en camas de hotel y hacer auto-stop.
Quiero fotografiar cada muesca de lo imperceptible a simple vista.
Quiero visitar todos los bares y probar todas las bebidas estadounidenses.
Quiero pintar en un lienzo en blanco todos los romances de una noche que siempre desee tener en esta odisea.
Quiero escribir hasta el último de mis pensamientos e ideas sobre papel y enviarlas a algún sitio donde alguien las lea.
Quiero cantar y ser escuchada sin vergüenza, bailar y que se me unan.
Quiero entablar amistades por todos los rincones del mundo y probar la gastronomía de 1000 culturas.

Quiero que al morir, vieja o joven, no tenga que arrepentirme por ser una cobarde por no cumplir todo aquello que deseaba hacer en mi vida.

Pero, por desgracia, cada vez pienso que, como un tipo demasiado sabio dijo una vez:
los sueños, sueños son.
Socorro. No quiero convertirme en una realista.



sábado, 17 de marzo de 2012

Sé que me acabaré arrepintiendo

Qué hacer cuando las cosas no encajan.
Cuando me hace falta un manual de instrucciones para todo, porque no confío en ninguno de los pasos que decido yo misma.
Todo lo que parece que va a salir mal, sale relativamente bien, lo justo para que me haga sentir tonta por haber dudado.
Pero no puedo hacer nada, porque incluso no sé si está pasando de verdad, o son fantasías mías, o mi mente se ha vuelto del revés.
Ni si quiera sé de qué me preocupo tanto, ni tampoco sé porque me hago creer a mi misma en algunos lapsus de valentía que nada me importa.
Que podría renunciar si quisiera, y que sería feliz por ello.
Que no cuento mis sueños porque sino, no se harán realidad.
Que soy como los demás.
Siempre creí que era fuerte. Y que si me lo proponía, podía tener todo controlado.
Pero cuando las cosas se van a otra órbita y se pierden del alcance hay que saber reconocerlo.
Hay que tragar con lo que toca, no lo digo yo, lo dice la dignidad de mi persona.
Juegos del destino. Ni si quiera sé si creo en el destino, pero hay que echarle la culpa a algo.
Porque la impotencia ante la situación en la que no puedo hacer nada me retuerce de rabia.
Pero es más fácil actuar como sino pasara nada.
Porque soy más feliz pensando que tengo todo bajo control y que no pasa nada, aunque me engañe a mí misma y lo sepa.

sábado, 3 de marzo de 2012

Misery


Soy la llave rota e inservible que no abre nada.
Soy la incógnita de la ecuación que no puede ser resuelta.
Soy el neón que tintinea por las noches en la fachada de un burdel.
Soy el musculo dañado del ala de un ave que le impide volar.
Soy el trozo de cielo que se esconde tras una nube grisácea.
Soy la cabina telefónica sin línea.
Soy el beso que te contagiará la mononucleosis.
Soy la ropa rasgada de un vagabundo.
Soy uno de los cristales de una botella rota tras una pelea en un bar.
Soy el airbag defectuoso de un coche que fabricó una empresa barata.
Soy el humo de tabaco que nunca volverá al cigarrillo y el que sale entre los dientes amarillentos de un fumador.
Soy el hogar derruido en el que antes habitaba una familia y ahora es cobijo de roedores que se cuelan entre los escombros.
Soy aquel niño africano con desnutrición crónica que sale en las noticias y del que te compadeces mientras tiras el resto de carne de tu plato porque no te gusta.
Soy aquello en lo que piensas y después te sientes culpable por ello.
Soy la madera astillada con la que trabaja un carpintero pobre para luego no poder venderla.
Soy la manía insana de un obsesivo compulsivo que le conduce a la locura.
Soy la señal de stop oxidada de una carretera que no lleva a ninguna parte.
Soy la promesa rota que te creíste.
Soy esa decisión equivocada que toma el médico de un ser querido.
Soy el sentimiento que te aterra y te hace cometer estupideces.
Soy aquel capricho que deseaste intensamente para después aburrirte de él y dejarlo de lado como muchas otros.
Soy aquel momento de tu vida del que te arrepientes hasta la muerte.
Soy difunta esperanza de un prisionero condenado la ejecución.
Soy la última bala que cae en un campo de batalla y no se alcanza a escuchar porque no quedaron supervivientes.
Soy el cordón del zapato que se desató e hizo caer a aquel que corría por su vida.
Soy una de las gotas de cianuro del que beben los cobardes.
Soy ese sueño frustrado y apartado por una vida que tú no elegiste.
Soy esa línea que jamás te atreviste a traspasar.